Pluma y Pincel fue una de las pocas revistas que desafiaron la censura que silenció la cultura durante la dictadura, desempeñando un papel clave en la resistencia cultural y la difusión de ideas críticas. Ya en democracia, en su número 164, publicado en 1989, incluyó en las páginas 52 y 53 “Las raíces de la realidad: El árbol del conocimiento”, una crítica de Morris Berman al libro El árbol del conocimiento de los profesores Maturana y Varela, del que ya hemos hecho un analisis.
La crítica de Berman motivó una respuesta por parte del profesor Maturana, quién aclara que, por lo general, no responde a críticas que considera infundadas o sesgadas. Sin embargo, en este caso, siente la necesidad de hacerlo debido a lo que describe como ‘atribuciones extraviadas’ y malentendidos sobre su obra. Esta situación lo lleva a reafirmar los principios fundamentales de su trabajo, ampliando y aclarando aquellos conceptos que considera malinterpretados.
Aunque lamenta tener que responder a lo que percibe como una objeción disfrazada de racionalidad, Maturana ve en este intercambio una oportunidad para contribuir al entendimiento y al diálogo, reafirmando su compromiso con la claridad conceptual y el debate constructivo.
Se incluyen ambos textos, de manera de permitir al lector contrastar directamente las perspectivas, enriqueciendo la comprensión de este debate clave en torno a ‘El árbol del conocimiento’.
1.- Las Raices de la Realidad: “El Arbol del conocimiento”
“El Arbol del Conocimiento” de Humberto Maturana y Francisco Varela es un señalado intento de integración de la biología, la cognición y la epistemología en una única ciencia, revirtiendo el dualismo de hecho y valor, de observador y observado, que ha obsesionado al Occidente desde el siglo diecisiete. Los autores ven a la percepción como un fenómeno recíproco e interactuante, como una “danza de congruencia”, que ocurre entre una entidad viviente y su ambiente. Los autores argumentan que esto implica una relatividad de visiones de mundo (no hay certidumbres), tanto como la existencia de una biología de cooperación de millones de años. Afirman que el reconocimiento de ausencia de absolutos y de la naturaleza misma de la percepción nos posibilitan para mejorar las cosas como un acto deliberado y consciente. Sin embargo, lo que se descuida en esta discusión, son los orígenes y la naturaleza del conflicto. Siendo marcadamente apolíticos, los autores concluyen implicando que una visión de mundo es tan buena como la otra. Hablando cognitivamente, la substitución de la política por el Budismo es un error serio porque deja demasiadas preguntas cruciales sin resolver. Por eso es dudoso si el argumento biológico que aquí se expone puede soportar un escrutinio serio, y si el dualismo de la ciencia moderna ha sido realmente superado. Aun así, “El Arbol del Conocimiento” se mantiene como un hito importante en nuestros actuales esfuerzos por reconocer que la ciencia no está libre de valores, y que el hecho y valor están inevitablemente unidos. Finalmente vamos a tener que crear una ciencia que no separe hecho y valor, y de este modo regrese al ser humano al mundo como un comprometido participante, y no como un observador alienado.
En 1971, George Steiner escribió, “En ninguna parte encontramos ejemplos substantivos de cómo un hombre liberado, ‘multi-dimensional’ podría, de hecho, reestructurar sus relaciones con la realidad, con aquel ‘tal cual es’. ¿Dónde está el programa real para un modo de percepción humana liberada del ‘fetichismo de las verdades abstractas’?”. Desde que Steiner escribió estas palabras, no ha habido mucho cambio, aunque han aparecido en el horizonte unos pocos indicadores: por ejemplo, “El Nombre de la Rosa” de Humberto Eco (1983), y “Lost Christianity” de Jacob Needleman (1982), apuntando ambos a la naturaleza arbitraria de nuestras realidades “fijadas” sin deslizarse, simultáneamente, en un completo relativismo cultural. “El Arbol del Conocimiento” también es un indicador similar, pero con una ventaja especial proporcionada por el hecho de estar escrito por dos biólogos de primer rango, Humberto Maturana y Francisco Varela (1987), que han basado su posición epistemológica en la investigación científica. Por cierto, el planteamiento de estos autores es que la biología, la epistemología y nuestra humanidad esencial no pueden ser separadas; y al argumentar de esta manera ellos han comenzado la larga y difícil tarea de crear un nuevo modelo de ciencia. Al menos en teoría, es un modelo interactivo, que quiebra con el dualismo sujeto/objeto que fue canonizado por la Revolución Científica del siglo diecisiete. Esta última revolución científica apartó la ciencia de la filosofía; la próxima, muy probablemente, las volverá a unir.
En muchos sentidos, este libro podría servir como una introducción básica o primera, a las ciencias biológicas. Expone los orígenes de la vida, la organización de las entidades vivas, la naturaleza del sistema nervioso y temas similares que podemos encontrar en textos para estudiantes de primer y segundo año de universidades. Sin embargo, la diferencia estriba en que está organizado en torno a la premisa de que si la ciencia no es una representación del mundo “exterior”, tampoco es solipsística, y que una comprensión correcta de la realidad, enraizada en nuestra biología, emerge a través de un modo de interacción recíproca que elude estos dos extremos. En el primer párrafo, los autores nos dicen que la cognición es “una continua producción de un mundo a través del mismo proceso de vivir”.
El texto comienza con la explicación del punto ciego, que es causado por el hecho que en la retina hay un área donde emerge el nervio óptico y que, por eso, no es sensible a la luz. Esto es un excelente ejemplo de cognición basado en la biología y los autores hacen un muy buen uso metafórico de esto. A pesar de la presencia de un punto ciego, nuestra experiencia perceptual es la de un espacio continuo. Debemos aprender científicamente, esto es, intelectualmente, que tenemos un punto ciego, pero fenomenológicamente hablando, lo que percibimos es otra historia. El punto crucial es que no vemos que no vemos. Los autores dicen que la cultura occidental, en particular, ha tendido a imponer un tabú en el metanivel del conocer, es decir, en el conocer del conocer. Como resultado de esto, pensamos que vemos el “espacio” del mundo donde lo que en realidad hacemos es vivir nuestro campo de visión. Pensamos que vemos los “colores” del mundo, cuando sólo estamos viviendo nuestro espacio cromático. El conocer del conocer socava la teoría de cognición representacional o de “sentido común” (la teoría de que nosotros estamos “aquí” y el mundo está “allá”). Nos fuerza a ver que “no podemos separar nuestra historia de acciones, biológicas y sociales, de cómo el mundo se nos aparece. “No hay una percepción independiente, absoluta. Los autores dicen que, más bien, “todo el conocer depende de la estructura del que conoce”.
Maturana y Varela recapitulan un argumento previo que presentaron en “autopoiesis y Cognición” (1980) y que dice que los seres vivos son seres que continuamente se crean a sí mismos. Sin embargo, esta auto-creación no ocurre en el vacío, sino en un acuerdo conocido como “acoplamiento estructural”. En este acuerdo son las ontogenias, o historias de vida de los seres, las que están unidas en un patrón de recurrencia o regularidad identificable. Como lo definen los autores, el acoplamiento estructural es una especie de danza de congruencia que ocurre entre un ser vivo y su ambiente, y existe en la medida que no ocurren interacciones destructivas.
Siendo así, tanto mejor, y es sobre esta base que Maturana y Varela esbozan un cuadro de una “biología de cooperación” que, en el caso de la raza humana, tiene más de tres millones de años. La danza de congruencia que proponen debe haber predominado para poder habernos ingeniado para sobrevivir por tanto tiempo, y los autores dicen que tales características cooperativas aún permanecen con nosotros, aunque las hemos obscurecido con la competencia y la guerra. La vida cotidiana permanece como “una refinada coreografía de coordinación conductual”.
Las páginas finales del libro son muy optimistas y este optimismo proviene de la metáfora del punto ciego y de la posibilidad de auto-conciencia o, más precisamente, de la posibilidad de conciencia de la conciencia. Eludiendo el representacionismo y el solipsismo, vemos que estamos situados en un mundo que es una combinación de regularidad y mutabilidad, un mundo que necesariamente oculta sus orígenes. Podemos esparcir luz sobre los orígenes, es decir, sobre los puntos ciegos a costa de generar otros puntos ciegos. Esto es inevitable porque la combinación retina-nervio óptico nos dice que nunca podemos acceder simultáneamente a todas las partes de la realidad. Lo que literalmente no vemos, no existe para nosotros. Solo cuando ocurre una interacción inesperada (por ejemplo, un contacto entre culturas) podemos ver un (ahora previo) punto ciego. Por lo tanto, al conocer como conocemos, necesariamente nos sumergimos en una circularidad cognitiva, aunque esto no es para nada motivo de desaliento. Por el contrario, es el punto de partida de una nueva ciencia, de una nueva modalidad de explicación científica; esto quiere decir, un nuevo método para comprender la realidad misma.
De acuerdo con los autores, esto tiene una implicación optimista y esta es que el conocimiento del conocimiento nos compele a reconocer que (no obstante Descartes) la certidumbre no es prueba de verdad, que hay muchos mundos (realidades), y que las cosas cambiarán si vivimos diferentemente. Y esto necesita de, o al menos pide, tolerancia: la afirmación que dice que las visiones de mundo de otras personas son tan válidas y legítimas como las propias, basada en la comprensión de que todas las “certidumbres” expresan un acoplamiento estructural particular. El mensaje, entonces, es uno de amor: “Solo tenemos el mundo que producimos con otros”, escriben los autores, “y solo el amor nos ayuda a producirlo”.
¿Qué deberíamos hacer con un libro como éste? Creo que su aspecto más sólido es la descripción de la naturaleza circular o recíproca de la comprensión científica. Ya en 1927, la mecánica cuántica hizo escuchar el toque a difuntos para el representacionismo, revelando como un hecho que observador y observado son entidades que se condicionan mutuamente. Es tiempo de que la biología se ponga al día, y con seguridad Maturana y Varela han hecho su contribución en esta dirección. En este sentido, la metáfora del punto ciego es poderosa; refleja una real humildad de parte de los autores, porque le proporciona una entrada al lector en vez de establecer simplemente las cosas “como son”. Como resultado, me siento llamado a aceptar la invitación de los autores y aplicar la metáfora del punto ciego al mismo “El Arbol del Conocimiento”. Esto no quiere decir que mi propia crítica no posea sus propios y, sin duda, grandes puntos ciegos. Pero eso es algo que le corresponde a otros establecer. La tarea que tengo delante, como revisor de este libro, es identificar sus puntos ciegos y ver con qué terminamos quedándonos. Así, debo pedir el perdón de los autores por adelantado y destacar que, en efecto, sólo sigo sus instrucciones.
Los autores nos han dicho: “Todo lo dicho es dicho por alguien.”, “Todo conocer depende de la estructura del que conoce.” Entonces, ¿quiénes son Humberto Maturana y Francisco Varela? Para mí, aquí se destacan dos cosas en dramático relieve: el hecho de que estos científicos son chilenos, y el hecho de que este libro tenga un perfume tan obviamente “oriental”, específicamente budista, enfatizando el conocer del conocer. Desde 1973, Chile ha tenido una historia muy infeliz, empapada por la represión de los derechos humanos y masiva tortura y masacre de un gran número de personas. Es suficiente como para hacer que intelectuales sensibles abandonen completamente la política, y sin duda este es el relumbrante punto ciego de “El Arbol del Conocimiento”. También, siempre ha sido el punto ciego relumbrante de la filosofía budista. Como resultado de esto, lo que nunca se explica en este libro son los orígenes biológicos y la naturaleza del conflicto. La competencia y la guerra son descartados como aberraciones de nuestra herencia biológica fundamental de cooperación, pero no se realiza ningún intento por precisar la fuente de estas supuestas aberraciones. ¿Están enraizadas en nuestra biología? Si constituyen desviaciones, ¿cómo aparecen, biológicamente, estas curvas en el camino?.
En la discusión de certidumbre versus verdad emerge el mismo problema, y también ocurre con el argumento de que las diferentes visiones del mundo, todas ellas, tienen la misma validez y legitimidad. En este sentido, no puedo evitar pensar en el brillante ensayo de Elaine Scarry, “The Body in Pain” (1985), que debería ser leído como volumen acompañante de “El Arbol de Conocimiento”, especialmente considerando la discusión que ella hace de la naturaleza de la tortura y la guerra. ¿Tiene el General Pinochet y su equipo de torturadores una visión de mundo realmente tan válida y legítima como la de aquellos ciudadanos chilenos que ellos han torturado sistemática y perversamente?.
Es precisamente esta apertura que sustentan Maturana y Varela la misma apertura que probó ser el error fatal de ese gran estadista chileno, Salvador Allende. Extender la generosidad a aquellos que nos la negarán una vez que lleguen al poder es una mala percepción, un error cognitivo/biológico. También asume que las víctimas y los opresores tienen visiones de mundo igualmente válidas y legítimas; el ejemplo de Chile nos ha mostrado (¡como si necesitáramos que se nos mostrara!) que hay visiones de mundo patológicas sueltas por el planeta, tanto como personas con tendencias severamente perturbadas. En mi opinión, los torturadores chilenos no tienen una visión de mundo válida y no estoy dispuesto a desarrollar tolerancia alguna con ellos, no obstante lo que los autores de este libro, aparentemente, me estarían alentando a hacer.
Por supuesto, de ninguna manera estoy sugiriendo que Maturana y Varela concuerdan con el actual régimen de Santiago. De hecho, lejos de eso. Aún así, “El Arbol del Conocimiento” genera una atmósfera curiosamente apolítica y esto tiene consecuencias biológicas y cognitivas (para no mencionar las políticas). El punto ciego aquí es enorme. Aunque estoy de acuerdo en que el conflicto es, más bien, una modalidad de comprensión y relación de bajo nivel, saltar a un plano superior de realidad presume un grado de iluminación que en la actualidad no es muy evidente. Como el mismo Allende lo descubrió, demasiado tarde para su bien, la iluminación tiene que ser una empresa mutua, un “acoplamiento estructural”, no una unilateral. Como ya ha sido señalado, el defecto del enfoque de Maturana y Varela es el mismo defecto que encontramos en el budismo, no importa cuan valiosa pueda ser esta práctica. Los budistas creen que si uno vive con la conciencia de la conciencia, eventualmente otros seguirán el ejemplo. Pienso que esto es infinitamente deseable y también pienso que no es probable que esto suceda en un futuro previsible. Es precisamente aquí que el modelo cognitivo y, por lo tanto, su biología, se quiebra. Sin duda, como ellos plantean, el “amor” produce al mundo, pero la raza humana ha creado muchos mundos y, es triste decirlo, la mayoría de los mundos recientes (i.e. post reunión de cazadores) no son muy amables. El modelo chileno-budista de realidad solo es real en un universo abstracto o idealizado, o en uno que ya no está con nosotros. Por eso, debo decirles a estos autores, vuelvan al laboratorio y completen a la biología. Ubiquen su punto ciego y arréglenlo. Dennos una epistemología biológica que funcione en este mundo, no en uno budista abstracto. Vuestra biología no está equivocada, sino incompleta. Por eso, vuelvan al laboratorio y tapen el hoyo.
Con todo, no quiero concluir en un tono negativo, principalmente porque los autores no merecen eso. “El Arbol del Conocimiento” es un material pionero, un primer boceto de lo que asemejará la ciencia futura. Los biólogos del siglo veintiuno podrían llegar a mirarlo como un cimiento tan significativo como, y en la tradición del trabajo de hombres como Gregory Bateson, C. H. Waddington, Paul Weiss y Sir Charles Sherrington. La ciencia nunca estuvo libre de valor, a pesar de sus pretensiones en sentido contrario, y los autores hacen de esta subjetividad el punto de partida de su propia epistemología, lo que es un crédito para ellos. Al estar tan dispuestos a la discusión y a la crítica, ellos hacen verdadera investigación científica y la facilitan.
Finalmente, es necesario preguntarse si en el mundo de hoy, completo como está con los torturadores chilenos, un poco de optimismo no es una mala cosa. Cierto, los Beatles se equivocaban cuando decían que “todo lo que necesitas es amor”, porque uno necesita mucho mas que eso, incluyendo cosas como justicia, coraje y sentido común. Pero el planteamiento de Maturana y Varela de que “el amor es una dinámica biológica con profundas raíces”, a mi modo de ver no es fácilmente descartable; y si el General Pinochet representa la versión humana de distorsión biológica, probablemente Salvador Allende representa una de las formas más altas de integridad biológica, un salir a la vida que es abierto y vulnerable, y entre las mejores que haya producido la raza humana. “El Arbol del Conocimiento” ofrece la posibilidad de una respuesta erótica a la vida, la postura de abrazar al mundo en un acto de confianza biológica. Esto, y la posibilidad de un modo erótico de investigación científica (si tal cosa puede ser imaginada) pueden, finalmente, ser la verdadera contribución de Maturana y Varela a la conciencia post-cartesiana. Los autores deben ser felicitados, con puntos ciegos y todo.
REFERENCIAS.
Eco, Uu. “The Name of the Rose”, New York: Harcourt Brace Jovanovich, 1983.
Maturana, H:R: & Varela, F:J: “Autopoiesis and Cognition”, Dordrecht. (Holland: D. Reidel, 1980).
Maturana, H:R: & Varela, F:J: “The Tree of Knowledge”, Boston) (Shambhala, 1987).
Needleman, J: “Lost Christianity”, New York, Batma, 1982.
Scarry, E. “The Body in Pain”, New York: Oxlord University Press, 1985.
Steiner, G. “In Bluebeard’s castle”, New Haven: Yale University Press, 1971.
RESPUESTA A LA CRITICA DE M. BERMAN DE “EL ARBOL DEL CONOCIMIENTO” (Aparecida en “The Journal of Humanistic Psychlogy”, primavera de 1991).
H. Maturana R.
Usualmente no respondo las críticas a mi trabajo cuando pienso que surgen de una lectura inadecuada del mismo, o cuando considero expresan un sesgo irreflexivo en el crítico. Pero, en este caso particular, Berman (1989) hace atribuciones tan extraviadas en su articulo acerca de mi libro “El árbol del conocimiento (Maturana & Varela 1987) que quiero responder. Primero, sin embargo, quiero resumir partes del libro que pienso son relevantes para los intereses de Berman.
- El libro trata de la relación entre conocimiento y acción, no acerca de puntos ciegos, aun cuando usamos a estos para invitar al lector a reflexionar sobres sus certezas cognitivas en el proceso de explicar nuestras habilidades cognitivas como aspectos de nuestro operar como sistemas vivos.
- El libro se interesa por las consecuencias que tiene el reconocimiento de nuestra inhabilidad constitutiva para distinguir, en la experiencia presente, lo que en la vida diaria llamamos percepción e ilusión para la comprensión del fenómeno biológico que connotamos cuando hablamos de cognición.
- El libro trata del hecho que, nosotros los seres humanos, no podemos afirmar que nuestros argumentos y acciones son válidas, porque estén apoyadas por alguna conexión con alguna realidad o verdad trascendental independiente. Y mostramos que nosotros no podemos hacer esto porque no hay manera operacional a través de la cual nosotros, los seres humanos, podamos hacer en cuanto sistemas vivos, ninguna distinción, connotación o referencia, a algo que suponemos existe de algún modo independientemente de lo que hacemos.
- El libro se preocupa de la legitimidad operacional constitutiva de todos los modos de vida en los sistemas vivos, incluso si algunos de ellos no nos parecen deseables al observarlos o distinguirlos desde la perspectiva de nuestras preferencias.
- El libro trata de las condiciones bajo las cuales surgen y tienen lugar los fenómenos biológicos, afirmamos en él que lo social se constituye en relaciones de amor, esto es, en relaciones que conllevan las acciones de aceptación del otro como un legítimo otro en coexistencia con nosotros. Al mismo tiempo, afirmamos que el amor, como el dominio de acciones que constituyen la aceptación del otro en coexistencia con nosotros, es fundamentalmente un fenómeno biológico, y no algo peculiarmente humano, como algunas tradiciones filosóficas y religiosas parecen afirmar. Y porque sostenemos que lo social es constituido por acciones de amor, esto es, las acciones de aceptación del otro como un legítimo otro en coexistencia con nosotros, afirmamos que aquello que destruye el amor destruye lo social.
- El libro trata de la responsabilidad en las relaciones humanas. Más aún, el libro se ocupa particularmente de la responsabilidad involucrada en el darse cuenta del conocimiento, en el sentido de que cuando uno sabe que uno sabe, uno no puede negarse a sí mismo que sabe. Afirmamos que el darse cuenta del conocimiento pone las acciones que el conocimiento conlleva en el dominio de nuestras preferencias. Así decimos: “no es el conocimiento, sino el conocimiento del conocimiento lo que obliga. No es el conocimiento de que una bomba mata, sino lo que nosotros queramos hacer con la bomba lo que determina que la usemos o no. Comúnmente ignoramos o negamos esto para evitar la responsabilidad de nuestros actos cotidianos…”.
- Finalmente, el libro es una invitación al lector a hacerse consciente de sus acciones en el dominio ético, mostrándole su intrínseca participación con otros en la constitución del mundo en el que él o ella vive. Pero, es precisamente por que el libro es una invitación a reflexionar abriendo un espacio de darse cuenta que no es, y no puede ser, una recomendación para ninguna acción particular. Las invitaciones pueden ser aceptadas o rechazadas sin ningún juicio de valor del invitante sobre el invitado, lo que no es el caso en una recomendación. Al mismo tiempo, el libro está escrito con la plena conciencia de los autores de que esta invitación a la responsabilidad como una invitación a la reflexión, expresa sus preocupaciones éticas como un fenómeno cultural y no biológico.
- Por último, el libro es una invitación a darse cuenta que el mundo en el que vivimos los seres humanos es el mundo que constituimos juntos en nuestras coordinaciones de coordinaciones de acciones que constituyen el lenguajear y el emocionar a través de la realización consciente e inconsciente de nuestros deseos, y que el mundo depende de nuestros deseos, no de nuestra razón.
MIS COMENTARIOS
Si reconozco y acepto que todos los modos de vida son, en su constitución, operacionalmente legítimos y si reconozco y acepto que no puedo distinguir, en la experiencia, entre percepción e ilusión, no puedo negar ningún modo de vida particular bajo la pretensión de que yo sé cuales son, trascendentalmente, biológicamente buenos y cuales biológicamente malos. Si niego cualquier modo de vida particular, quiero hacerlo responsablemente, esto es, dándome cuenta de que actúo de acuerdo con mis preferencias, sabiendo que sé lo que hago, y no bajo la pretensión implícita o explícita de que estoy trascendentalmente en lo correcto.
Berman dice que no está “dispuesto a desarrollar tolerancia alguna” con gente como el General Pinochet. Si él dice eso por que él piensa que está intrínsecamente en lo correcto, y el General Pinochet está intrínsecamente equivocado, él está hablando como el General Pinochet, y yo no lo desearía como presidente de Chile, por que él sería, con una preferencia diferente, e independientemente de cuales sean las declaraciones que haga, una persona tan fanática, ciega e irrespetuosa de los otros, como el General Pinochet es anticomunista.
Si Berman se hiciese responsable, y dijera que está deseoso de negar y oponerse al General Pinochet, por que a él no le gusta el mundo que el General Pinochet trae consigo, entonces yo aceptaría el rechazo de Berman al General Pinochet como expresión de su opción responsable y no de su fanatismo y creería que él actúa como una persona verdaderamente responsable y democrática.
Sólo en la medida que somos conscientes de que no somos dueños de la verdad, podemos respetar al otro y actuar en favor o en contra de él con responsabilidad. Es mi conocimiento de que yo podría actuar como el General Pinochet el que me permite no actuar como él. Los mayores crímenes y abusos que se han cometido en la historia de la humanidad, han sido y son cometidos en la defensa de la “verdad”.
Berman habla sobre Chile y los Chilenos con gran ignorancia en los dominios de la biología, la cultura y la democracia. El dice, “es precisamente esta apertura lo que probó ser el error fatal de Allende…” en relación a lo que él llama extender la generosidad de la tolerancia “a aquellos que nos la negarán” y él llama a ésta actitud de Allende “un error fatal de mala percepción” así como “un error cognitivo biológico”.
Berman no comprende la democracia si le pide a la democracia convertirse en una dictadura para defenderse a sí misma. Berman no comprende a la cultura chilena (y a los Chilenos) si piensa que el golpe militar en Chile pudo haber tenido lugar sin el apoyo y la iniciativa chilena. El no comprende la biología o la cognición, como fenómenos biológicos, si piensa que algunos sistemas biológicos son operacionalmente más legítimos que otros. El no entiende la biología ni la cognición si afirma que hay errores biológicos. El no entiende de cultura ni de biología si no ve que los valores son fenómenos culturales, no biológicos.
Si Berman afirmara que a él no le gusta el mundo traído a la mano por los torturadores porque no le gusta la tortura y no le gusta vivir en un mundo en el cual la tortura se muestra como una práctica aceptada, y si él afirmara que está deseoso de tomar acciones en contra de los torturadores porque no le gusta la tortura, no por que él está en lo correcto y ellos equivocados, entonces yo aceptaría que él revela entendimiento de la cultura, falta de fanatismo y responsabilidad por sus acciones.
La aceptación de la legitimidad operacional constitutiva de todos los modos de vida en el dominio biológico, no trae con ella la aceptación de todos los modos de vida como igualmente deseables en el dominio humano de la coexistencia. Tal aceptación es un acto de preferencia en el dominio de las acciones responsables.
La justificación más común para matar y torturar en la historia de la cultura occidental patriarcal, a la cual una gran parte de la humanidad moderna pertenece, es la defensa de la verdad, la defensa de la razón o la defensa de los valores universales trascendentales, bajo la afirmación de que el defensor está intrínsecamente en lo correcto y los otros intrínsecamente equivocados. Yo difiero. Yo no acepto la tortura por que no me gusta, y por que sé, que como cualquier otro ser humano yo podría convertirme en un torturador, dirijo mi comportamiento de modo tal de nunca llegar a serlo, tomando responsabilidad por mis acciones contra la tortura.
Hacerse responsable por las propias acciones es una acción muy difícil, porque siempre conlleva el riesgo de ofender a aquellos que no lo hacen, afirmando que sus acciones se validan en principios trascendentales o en una verdad innegable o en un argumento racional o en un hecho objetivo y en su intimidad saben que lo que dicen no es éticamente válido. Y pienso que todos los seres pueden convertirse en tiranos y torturadores, no por que piense que los seres humanos seamos malos o perversos, sino porque, cualquiera sea nuestra manera de argüir, nos hacemos tiranos y torturadores inconscientemente, sólo por defender la verdad, como un aspecto inevitable de la dinámica de la defensa de la verdad, cuando lo hacemos bajo la creencia que estamos intrínsecamente en lo correcto y que los otros están intrínsecamente equivocados.
De hecho, mantengo que la emoción fundamental en la constitución y la realización de los seres humanos es el amor, no la agresión, y que la mayoría de las enfermedades fisiológicas y psicológicas son el resultado de interferencias con la biología del amor.
No afirmo que el amor constituya el mundo, el mundo que vivimos es constituido por nosotros, seres humanos, en nuestras coordinaciones de acciones en el lenguaje. Pero afirmo que el amor constituye lo social.
Sucede que en el hablar técnico sociológico, comúnmente usamos la palabra social para referirnos a cualquier sistema de relaciones humanas y no vemos que hay muchos sistemas de relaciones humanas diferentes, cada uno definido por la emoción fundamental bajo la cual tiene lugar y que aquello que llamamos social en la vida diaria es sólo uno de ellos. Si no vemos esto, no vemos el rol de las emociones en general, ni el rol del amor en particular, en la constitución de las acciones humanas.
En la vida cotidiana, la distinción de una emoción en un humano o en un animal no-humano, conlleva la distinción del dominio de acciones en el cual se mueve. Así, cada vez que en la vida cotidiana nos referimos a una emoción en un animal o en un ser humano, nos referimos al dominio de acciones en el cual él o ella se mueve y actúa. Entonces, la palabra amor en la vida cotidiana se refiere al dominio de acciones en el cual actuamos aceptando al otro como un legítimo otro en coexistencia con nosotros, y la palabra odio, se refiere al dominio de acciones en el cual orientamos nuestros quehaceres a al destrucción de algún otro particular. En otras palabras, la emoción define el dominio de acciones en el cual un animal actúa (Maturana, 1988; 1989).
Es debido a esto que el amor constituye lo que en la vida cotidiana llamamos lo social. Más aún, sucede que la biología del amor, esto es, lo que sucede a nuestra fisiología y a nuestras relaciones cuando vivimos en una coexistencia de aceptación mutua, es tan fundamental en nosotros, mamíferos en general y en nosotros seres humanos en particular, que cuando nos vemos privados del amor, ya sea en nuestra infancia o como adultos, nos enfermamos de mente y cuerpo. En efecto, la mayor parte del sufrimiento humano surge de la interferencia con la biología del amor.
El amor, sin embargo, a pesar de su rol fisiológico y relacional fundamental en la vida de los mamíferos en general, y, su rol constitutivo en el proceso de humanización en la temprana infancia en particular, no puede ser impuesto y debe ser adquirido viviéndolo desde el útero. Para ser seres humanos sociales sanos, respetuosos de sí mismos, capaces de respetar a otros, confiados y confiables, debemos crecer en la confianza y aceptación total, esto es, en el amor (Verden-Zoller, 1982). En efecto, incluso para llegar a ser un militante confiable de cualquier tipo, un niño debe crecer en el amor.
Berman no comprende ni la biología ni la espistología cuando escribe: “Por eso, debo decirles a estos autores, vuelvan al laboratorio y completen a la biología. Ubiquen su punto ciego y arréglenlo. Dennos una epistemología biológica que funcione en este mundo, no en uno Budista abstracto”.
Lo que la biología revela no depende de mis deseos. Ni Berman, ni nadie, puede forzar a la biología para satisfacer su deseo de tener un argumento biológico que le dé una autoridad trascendental a través de un acceso privilegiado a una realidad objetiva absoluta, o a algún sistema de valores absolutos. De alguna manera me encuentro frecuentemente con gentes que no saben biología – o que creen que sabe porque pueden repetir lo que han leído acerca de ella pero no lo entiende – que me dicen lo que debo hacer como biólogo cuando encuentran que a ellos no les gusta lo que digo que la biología revela, y prefieren afirmar que estoy equivocado antes que reconocer su disgusto por lo que la biología muestra. No es a través de un Ph. D. En Historia de la ciencia y un B. A. En matemática que uno aprende a ser un biólogo o a saber biología. Para entender a los sistemas vivos es necesario vivir y trabajar en interacciones reflexivas y amorosas con ellos.
Con respecto a la epistemología, la situación es totalmente diferente, porque todos los científicos y filósofos llegan espontáneamente, a través de su entrenamiento como tales, a ser capaces de reflexionar acerca de los fundamentos de su quehacer y pensar como científicos y filósofos. Sin embargo, un científico o un filósofo encontrará los fundamentos que validan su quehacer como tal, sólo si él o ella no pretende ser el dueño o la dueña de la verdad.
Berman se revela a sí mismo y a su escuchar, al hablar de “el modo Chileno/Budista”. Esta atribución de Budismo al “Arbol del conocimiento” revela, o que Berman está prejuiciado contra el Budismo o que tiene una distorsión profesional que no le permite ver la diferencia entre semejanza, coincidencia e identidad. No hay argumentos Budistas en el libro, ni ninguna afirmación en apoyo del budismo. Hay, sin embargo, un punto de coincidencia en el reconocer que nosotros, los seres humanos, no podemos distinguir en la experiencia, entre aquello que en nuestra vida cotidiana llamamos ilusión y percepción. Pero, donde el Budismo concluye que todo es ilusión, nosotros comenzamos el estudio de un fenómeno biológico. Además, no invitamos a la pasividad como él parece creer. Al contrario, invitamos a la acción en la medida que mostramos la identidad operacional entre acción adecuada y conocimiento; pero invitamos a la acción responsable en la medida que afirmamos que es nuestro deseo por las consecuencias de nuestras acciones lo que determina nuestras acciones como seres humanos. Pero, si yo invito a alguien a la acción responsable, no puedo decirle como tiene que actuar. Lo más que puedo hacer es abrir la posibilidad para una reflexión conjunta, de tal manera que podamos entrar juntos en una conspiración, para traer a la mano juntos, un mundo para vivir juntos, en el fluir de las coherencias de nuestras acciones responsables.
El General Pinochet y el mundo que él ha contribuido a traer a la mano, son el resultado tanto de las acciones responsables como irresponsables de todos los Chilenos, porque nosotros los Chilenos, contribuimos con nuestros quehaceres en nuestras vidas cotidianas al mundo en el cual él aparece como aparece. La creencia que somos distintos del General Pinochet y que no nos convertiríamos en tiranos en su lugar, resulta en la ceguera que abre el espacio para convertirnos en tiranos bajo la afirmación de que poseemos al verdad, como de hecho ha sucedido con muchos Chilenos en Chile durante estos dieciséis años. Pero lo que es válido respecto de Chile también es válido para todos los países. El estado del mundo humano con todos los sufrimientos y alegrías que hay en él, es el resultado conjunto de las acciones responsables e irresponsables de todos los seres humanos. Pero, por favor, no caigan en la trampa de creer que yo afirmo que las acciones responsables son trascendentalmente buenas en sí mismas; no lo hago. Lo bueno y lo malo pertenecen al dominio de los valores y la responsabilidad pertenece al dominio del darse cuenta.
Lo que yo afirmo es que siempre actuamos de acuerdo a lo que queremos, lo que depende de cómo vivimos lo que queremos y que esto depende de cómo queremos vivir. De este modo, no terminaremos la pobreza combatiendo la pobreza, porque el combatir trae a la mano al enemigo, y necesitamos la pobreza para combatir a la pobreza, por que lo que deseamos es el combatir, no el fin de la pobreza. De manera similar, no es combatiendo la tiranía a través de convertirnos nosotros mismos en tiranos que terminaremos con la tiranía y traeremos a la mano a la democracia. Nos mantendremos tiranos luchando contra los enemigos de la democracia, por que lo que queremos es dominio, control o certeza. La pobreza y la tiranía desaparecerán sólo si actuamos de un modo en el cual ellas no surjan como aspectos deseables de nuestra vida cotidiana y sean consideradas como errores o equivocaciones que queremos corregir actuando de un modo en el cual ellas no aparezcan.
No quiero en Chile a un tirano para reemplazar a un tirano, no quiero llegar a ser un torturador de torturadores combatiendo la tortura. Convertirse en tirano es fácil, es suficiente que nos creamos dueños de la verdad y que creamos que aquellos que no concuerdan con nosotros son nuestros enemigos y merecen ser destruidos porque son intrínsecamente perversos o patológicos. Quiero ser responsable en mis acciones contra la tiranía y la tortura de acuerdo con mi deseo de constituir un mundo humano en el cual la tiranía y la tortura no surjan como acciones normalmente aceptables. Si destruyo a alguien, quiero hacerlo porque quiero hacerlo, no porque yo estoy en lo correcto y él o ella esté equivocado. El General Pinochet no representa “la versión humana de la distorsión biológica” como Berman dice. Él es un ser humano que inspira a otros seres humanos a traer a la mano con él un mundo humano que a mi no me gusta y al cual me opongo. Salvador Allende no “representa una de las más altas formas de integridad biológica” como Berman dice. El era un ser humano que no pudo escapar de quedar atrapado en las mallas de una red de fanatismo ideológico. No hay nada parecido a una distorsión o integridad biológica en el dominio de la biología. Afirmar otra cosa es no entender los fenómenos biológicos o culturales.
También quiero señalar, esta vez independientemente de lo que Berman dice, que la maldad surge en la justificación racional de la negación del otro y que uno queda abierto a ser atrapado en la maldad cada vez que uno afirma estar racionalmente en lo correcto a través de alguna pretensión explícita o implícita de tener un acceso privilegiado a una realidad objetiva y no a través de un criterio de validación consensualmente aceptado. La única posibilidad de evitar caer en tal trampa, es a través de la reflexión, en la cual uno se da cuenta si uno quiere o no las consecuencias de las propias acciones sobre otros seres vivientes, porque hacerlo así, pone las consecuencias de las propias acciones sobre otros seres vivientes, en el dominio emocional donde la biología del amor puede operar.
Finalmente, lamento escribir una respuesta a una serie de afirmaciones que considero reflejan un rechazo bajo la máscara de una objeción racional, sin embargo espero que mi respuesta pueda ayudar a Berman a separar estas dos cosas en su propio entendimiento.
Journal of Humanistic Psychology, Vol. 31 N° 2.
Spring 1991.-
Adelante estudios.