Entre el 21 de noviembre y el 7 de diciembre se presentó la exposición “Luis Fernando Rojas: Historias dibujadas y billetes contados” en el Hall Sur del edificio Escuela de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile.
Esta muestra propone una mirada de nuestra historia a través del imaginario visual de este talentoso ilustrador chileno de finales del siglo XIX. La investigación estuvo a cargo de Carola Ureta y curatoría es de José de Nordenflytcht.
Dibujos para las personas.
Luis Fernando Rojas es un precursor en el uso del dibujo como una herramienta de comunicación, el cual circulará en diversos soportes que ayudan a construir la memoria visual de nuestro país. Un país que, hacia fines del siglo XIX, está en medio de un complejo proceso de modernización, por lo que la producción de su identidad no solamente se refleja a través de las expresiones de pequeños grupos privilegiados, sino que se va masificando a través del relato doméstico ubicado desde la expansión del consumo de productos industrializados como la cerveza, el té o los cigarrillos, así como la higiene corporal propiciada por jabones flotadores y otros ungüentos. Auténticos e íntegros, así como certeros y reconocibles, sus dibujos comienzan el tránsito desde la hoja y el tablero hasta los estantes, las etiquetas y los envases. Rojas fue uno de los primeros en realizar dibujos publicitarios en nuestro país, reconociendo a estas imágenes como una eficiente herramienta gráfica que buscaba llamar la atención de los consumidores a adquirir productos, en la naciente “Sociedad de Consumo”. Mismo consumo de masas que tendrá en la emisión de papel billete por el Banco Central a partir de 1931 el medio de cambio más recurrente a la hora de saldar miles de transacciones cotidianas. Del ícono pasamos a la ilustración, del cartel pasamos al afiche y de la letra moldeada a la imagen etiquetada y el billete impreso. Secuencia en la cual se fue construyendo una nueva idea de lo público como patrimonio gráfico de un bien común: el dibujo para las masas.
El dibujante y su sombra.
Luis Fernando Rojas Chaparro nació en Casablanca en 1857, emigrando años más tarde a Santiago donde estudiará primero en el Instituto Nacional y luego en la Academia de Pintura, la que abandonaría sin terminar sus estudios. Así fue trazando su camino autodidacta bajo la premisa de ya no vivir para el arte, sino que vivir del arte. La reproducción de sus dibujos a través del dominio de la técnica litográfica le permiten acceder a soportes que van multiplicando su presencia a través de libros y revistas ilustrados, así como en la publicidad gráfica asociada a etiquetas y afiches, convertido en un versátil y prolífico productor de imágenes que trascienden en su rol de referencia para la posterior migración de estas imágenes en sellos y billetes.
Muere en Santiago en 1942, luego de una larga vida de trabajo dedicada a la ilustración, logra instalar en nuestro país el rubro del dibujante y de la impresión como una práctica artística que, desde el anonimato se había convertido en un quehacer masivo y mercantil alejándose del mundo de los artistas.
Editor de línea.
Cuando Luis Fernando Rojas se hace cargo de la dirección artística de la “Lira Chilena”, revista semanal ilustrada que circuló todos los domingos entre 1889 y 1907. Esta revista de gran popularidad para época abrió camino comercializándose en Santiago, Valparaíso, Zona Norte y Zona Sur del país logrando un tiraje de 50.000 ejemplares en 1900. Por medio de este impreso, surge la posibilidad de instalar nuevos contenidos, tanto escritos como visuales, que la clase media y burguesía de la época podían acceder. Siendo una publicación para la élite de la sociedad chilena en el cambio de siglo, supuso un contenido literario que va llenando sus horas de ocio con la entretención de la lectura, donde sus hojas eran el soporte perfecto para que las ilustraciones sean la entretención de la mirada. De ese modo, la imaginación de Luis Fernando Rojas es activada por la curiosidad de quien mira. Convirtiendo a nuestro artista en un cronista que comenta semanalmente, desde la precisión del dibujo, una realidad que necesita ser mirada y retratada para ser conocida. Portadas, retratos, viñetas y tipografías se integran en composiciones que no solamente buscan ser reconocidas por las clases altas sino que también van construyendo un archivo visual que hoy nos permite expandir ese privilegio entre las generaciones futuras. Luis Fernando Rojas sabía que un director de arte no sólo se debe a la correcta puesta en página para unos pocos, sino que a la memoria visual de muchos.
La historia contada en billetes.
Un billete es un soporte gráfico que contiene información muy precisa respecto de su numeración, condiciones de emisión y respaldo. Sin embargo en su diseño comparte gran parte de su espacio con imágenes, las que por más reconocibles y referenciadas nos parezcan, tienen un alto sentido simbólico a la hora de representar valores. No es de extrañar que la figura de gobernantes hayan sido históricamente las preferidas a la hora de transferir una imagen al soporte que los representa. Muchas veces el valor de la imagen o el reconocimiento de las personalidades dibujadas en cada billete es simétrico al valor peso, es decir, a la valoración que cada billete se le atribuye y de allí su posibilidad de realizar mayores o mejores transacciones.
De este modo, se encuentran los billetes producidos a partir de las imágenes dibujadas por Luis Fernando Rojas, cuyas matrices han impreso en innumerables billetes las estampas de presidentes y héroes. Entre ellos podemos destacar el retrato del presidente Manuel Montt, en cuyo decenio se consolidan las bases del régimen presidencialista, consignado en billetes de pesos entre 1933 y 1945. El retrato del presidente Aníbal Pinto, quien gobernó el país durante la Guerra del Pacífico, cuya imagen circulará en billetes de pesos entre 1932 y 1947. El presidente José Manuel Balmaceda, quien protagoniza el trágico fin del presidencialismo, donde su imagen estará presente en billetes de pesos entre 1932 y 1940 y luego en escudos entre el año 1960 y 1974. O finalmente el ejemplo de quien, no habiendo sido presidente, contribuye con un aporte decisivo a la construcción de nuestro estado nacional, este es Andrés Bello, el intelectual, político y jurista de origen venezolano que en su larga estadía en Chile crea y dirige la Universidad de Chile por largos años, y del cual desde 1998 encontramos su retrato circulando en los billetes de más alta denominación.
Monumento gráfico.
Arturo Prat es un personaje histórico cuyo rostro tiene múltiples representaciones, las que vemos continuamente reproducidas en diversos formatos desde láminas escolares hasta majestuosos esculturas o monumentos, sin embargo en ninguna de ellas la idea de nación se ha familiarizado tanto entre nosotros como es a través de su impresión en billetes de distintos formatos, valores y denominaciones. Del peso al escudo, y luego al peso nuevamente, el retrato de Prat es el rostro del héroe cuya gloria deja de ser una abstracción animada por el mito y pasa a ser una construcción histórica que debe tener contenido y forma. Esa forma fue la primera ilustración de su retrato realizada por Luis Fernando Rojas para el Taller Ilustrado en 1886 donde se consigna que es “el retrato que mas estima la familia”, la que se usará como referente para la creación de billetes hasta el día de hoy. En efecto, el rostro de Prat aparecerá en el Billete de 100 pesos, también denominado 10 cóndores, 1933; en los Billetes re timbrados como 100 centésimos de escudo, 1960, en los Billetes de 1 escudo, 1971, en los Billetes de 50 pesos, 1975 y en el actual billete de 10.000 pesos vigente desde 1989. El billete de 10.000 que con modificaciones en 2010, convierte a Arturo Prat en el personaje heroico de mayor vigencia y trayectoria en nuestro papel moneda. Por lo anterior reconoceremos en este trabajo la construcción de un monumento gráfico de rostro sereno, el que podemos atesorar en nuestras billeteras y hacer circular en nuestras cotidianas transacciones durante más de ocho décadas.
Libros como tumbas.
Un libro anuncia su contenido en portadas y promete su desenlace en epílogos, en medio de lo cual discurren sus páginas con letras e imágenes impresas que aguardan a un futuro lector, siempre desconocido para su autor. Luis Fernando Rojas trabajó en diversas publicaciones de gran relevancia para la historia nacional aún vigentes, tal es el caso de: “Álbum de las Glorias de Chile”, escrito por Benjamín Vicuña Mackenna, “Episodios Nacionales” redactado por Armando Silva Campos, o “Historia General de Chile”, por Diego Barros Arana. La construcción de esos relatos será ilustrada por una gran cantidad de dibujos producidos desde la imaginación histórica de Luis Fernando Rojas, quien se dedicará sistemáticamente a documentar hechos y personajes durante gran parte de su vida. Esto explica por qué la industria editorial tendrá una demanda creciente para un momento histórico en que saber más de nosotros mismos reclamaría el trabajo intenso de escritores que, desde la historia hasta la ficción de la poesía, anidan sus textos entre ilustraciones. Están ahí impresos a nuestra disposición, superando los desvíos de la memoria, una serie de imágenes que transmiten argumentos pero que también movilizan emociones. Libros que como tumbas resguardan el cuerpo de los héroes instalando el permanente recuerdo de sus actos, recordándonos que mientras la historia cuenta lo que ya ocurrió con ellos, la poesía cuenta lo que va a ocurrir con nosotros.
La forma de la Historia.
El oficio del historiador se debe a la representación de los hechos del pasado, por lo cual será tan importante la referencia a fuentes que informen sobre el mismo como la manera en que estos son relatados para hacernos sentido en nuestro presente. Si ese relato se construye en base al lenguaje verbal, es decir a texto, lo más seguro es que apele a nuestra razón, como si esa fuera la única manera de activar el conocimiento histórico. Por lo que la posibilidad de construir un relato desde el lenguaje visual, por medio de ilustraciones, apelará a la emoción, movilizando al lector/espectador de una manera más completa al conocimiento histórico, acercando a las personas a los hechos que finalmente sólo vivirán en nuestra memoria colectiva. Esta exposición propone una invitación a mirar nuestra historia a través del imaginario visual que construyó en su día Luis Fernando Rojas, el cual no sólo ilustra el discurso de la historia sino que también interviene en ella toda vez que su mirada se nos devuelve en nuestro presente. De ese modo pareciera que su lección nos enseña que ilustrar es iluminar un futuro anterior que circula entre nuestras manos cada vez que le damos valor a la imagen representada en cada uno de los billetes que cuenta nuestra historia.
Esta invitación a mirar nuestra historia a través del imaginario visual dibujado por Rojas fue desarrollada con el auspicio del museo del ahorro de BancoEstado.
Adelante estudios.