Los 100 boletines impresos por Paulina los días anteriores son desparramados sobre una mesa en la terraza sobria. Dejo el tarro que hasta hace 3 días tenía un poco de Nescafé y al que le acababa de hacer un orificio de manera que justo cupieran 100 pesos sean grandes o pequeños. Me apronto a decir una frase que nadie ha dicho en 6 años en Beauchef. “¡Salió Boletín Nuevo!”. Decenas de Millennials continúan su camino, ignorando completamente el grito anacrónico que hasta ahora solo yo comprendo. Pasan un par de minutos y llega Ulises, un proto-ingeniero que ofreció ayuda. Me cuenta que el viejo de las cabritas es cosa del pasado, por lo que el “calentito’h a cieeen” no tiene sentido. Se une otro rato Miguel, quién comenta que estuvo esperando este día por mucho tiempo. Pasan los primeros funcionarios y profesores que reconocen el pasquín y se lo llevan por la módica gamba de siempre, lo que no resiste análisis económico alguno. Una mujer nos dice que no tiene 100 pesos, pero que tiene un dolar, si acaso se lo aceptamos. Con gusto.

Al rato aparece un loco, que nos cuenta que el estaba el 2003 en la escuela y volvió hace poco, según sus propias palabras “sabe lo que vale el pasquín”. Un funcionario nos cuenta que él estaba suscrito al boletín hace más de 20 años. Llega Sofi, quién también ofreció su invaluable ayuda. Se venden más boletines. Aparece un chico que debe ser de plan común. “¿Que es esto? ¿ES EL Boletin SEI?”, comenta muy emocionado. Quedamos plop. “Mi hermana estudiaba acá y me mostraba algunos cuando era chico, me censuraba algunas cosas porque era muy chico. Oh que buena. Dame uno”. Rápidamente se nos hacen las 2.30. Aún quedan algunos boletines, y las manos las tengo pasadas a monedas, tarro y café, pero vuelvo a trabajar con el alma llena. Salió Boletín nuevo, por la chucha, que alegría.

Adelante estudios.

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