Tras el partido de Chile con Argentina volví a mi casa… caminé a la Alameda desde la casa de Jacob y tomé la siempre apañadora 508 que mi piloto automático sabe bien como funciona. Tras un rico viaje auspiciado por el amable sonido melódico y clásico de los guachiturros sin audífonos, me bajo en la esquina de siempre y me pongo a caminar a mi casa… son como 6 cuadras donde nunca pasa nada entretenido… hasta hoy.
En la esquina veo un gato negro, acechando, que al verme huye despavorido. Giré la vista para ver quién era la casi victima (pensé que probablemente era el zorzal, si no les he contado yo creo fervientemente que existe un único zorzal en el mundo, el que se puede desplazar a velocidades cercanas a la de la luz y por eso a veces se ven más de uno) y cuando lo veo fue cómo… ¡¿Qué mierda?!
Era un conejo. Un conejo negro.
Saqué la foto porque ni yo mismo creería que a cuatro cuadras de Américo Vespucio anda saltando un conejo libre por la vida. Ahí ladró un perro y el conejo huyó hacia el norte, sin paradero conocido hasta ahora.
Adelante estudios.